EL ENIGMA DE TAKA-TUKA
- V. van Botel
- 9 mar
- 11 Min. de lectura

No, claro que no, el acceso a la isla no está vedado. Nunca lo estuvo, ¡ni mucho menos!, aunque es cierto que el rumbo elegido para arribar a buen puerto sigue adivinándose brumoso, inseguro y poco fiable, dado que la ruta que seguimos, la única habilitada y posible, es el recuerdo, y acometer esta acrobática maniobra sin tropezar con el autoengaño nos lleva a adentrarnos en una maraña tortuosa de evocaciones casi forzadas desde donde escudriñar todas aquellas sensaciones y percepciones (olores, imágenes, sonidos, impresiones,…) grabadas en la voraz e incansable retina del niño, más toda una avalancha de emociones, muchas de ellas distorsionadas e idealizadas, que nos empeñamos en conservar, abrigar y proteger en nuestro pecho como una medallita de la comunión, como “esos fugaces momentos felices”, que quizás no lo fueron tanto.
Pero es que, ¡maldita sea!, lamentablemente es el único cebo del que disponemos para emprender una pesca de información medianamente exitosa y una rehabilitación en condiciones. Porque sí, amigos, por si no lo habéis deducido aún, además del reino donde gobernaba el papá de nuestra heroína setentera Pippi Langstrump, la isla de Taka-Tuka define aquí a ese país sin tiempo ni leyes llamado infancia, el patio trasero del edificio aburrido del adulto donde uno juega toda su vida y en donde, como apuntaba en la entrada de presentación de esta sección bloguera, siguen transcurriendo, eternos, todos mis veranos azules, de sabor a fresa y limón.
Y es, precisamente, por todo los inconvenientes anteriormente expuestos, que la feliz llegada al embarcadero de esta ínsula prometida se hace dificultosa y uno se desalienta en el intento y por ello pospone una y otra vez lo inevitable y retrasa el hacerse a la mar, a esta mar tan procelosa del pasado donde echar las redes y, una vez sacado a flote un buen pescado, escribir algo interesante que colgar en este espacio dedicado a la infancia; o más concretamente, a mi infancia y a todos esos inciertos recuerdos, impresiones, sensaciones y emociones que me gusta pensar que conservo en una oscura sala polvorienta y silenciosa a la que, de tanto en tanto, visito de puntillas, calzado con mucho sigilo, humildad, veneración, respeto y admiración. Un tabernáculo sagrado con rincones y muebles tan desenfocados, de dimensiones tan distorsionadas y trampantójicas como el de cualquiera. Y aun con esas, el sancta sanctorum de la memoria del corazón, que obliga al peregrino a acceder limpio, contrito y vacío de egos de pretensiones, dado que el presente y sus expectativas tan enrevesadas difícilmente contienen las claves ni las herramientas necesarias para entender el pasado, aquello que fue, aquello que fuimos, sino precisamente ocurre al revés, es el ayer lo que decodifica el hoy.
Además, y por si esto fuera poco, uno alberga muchas dudas sobre si lo que allí encuentre y desempolve pueda concitar a alguien y sea digno de compartirse. En definitiva, estamos hablando de una vieja y muy particular habitación de colores desvaídos, tan saturada de rarezas, antiguallas, filias, fobias, gustos y disgustos tan absolutamente inexplicables e inconfesables que convierte el acto de restitución en un ejercicio irracional, incomprensible y banal, visto lo cual urge mostrarse accesible y encontrar un terreno común, un espacio de encuentro donde el rescate y la exposición se haga inteligible y traducible. Pues bien, creo que ese mural de aula donde poder colgar collages, carteles, posters y papelitos que sean reconocibles por todos lo podremos encontrar en aquellos escenarios audiovisuales que, durante años, nos han erosionado y moldeado; hablo de la televisión, el cine, la música, las modas, los dichos, las formas de hablar y todo el entorno de costumbres y vivencias que, generacionalmente, hayamos podido compartir y que somos perfectamente capaces de identificar y encajar a día de hoy.
Y, ya puestos a trazar directrices y líneas para marcar lindes y poner puertas al peñasco de Taka-Tuka, habría que acotar algo más el intervalo temporal en que esta isla tan particular y tan esculpida por las olas se hace visible en mi imaginación, como ocurre con San Borondón, y en qué margen de parámetros cobra sentido, ya que visualmente no es lo mismo el tránsito por una niñez que por otra vivida veinte años más tarde, obviamente. Así que, en mi caso, y por simplificar, redondeo y establezco una década, esa misma que, precisamente, marcó mi estancia en el colegio durante los cursos de preescolar y EGB, desde los 4 hasta los 14 años, desde ese momento en que uno empieza a grabar retazos de lo que ocurre a su alrededor y fabricar así los primeros esbozos de recuerdos, más o menos perdurables, hasta que el ariete de la adolescencia asalta el castillo infantil y sus murallas comienzan a desmoronarse. Hablamos pues del periodo que abarca la segunda mitad de los años 70 y la primera de los 80, que quizás fue, por otro lado, uno de los mejores momentos de la historia de nuestro país para, precisamente, ser un niño.
Y ahora es el momento en que me pongo intensamente nostálgico y reivindicativo, pierdo la objetividad y evoco una estancia infantil más que idílica, en la que fuimos niños aupados en volandas dentro de un entorno seguro, básico, sencillo, pero muy feliz, que generaba una sociedad optimista, confiada y relajada. Fuimos también una generación de chavales embebidos y estimulados de una escena cultural y social de contrastada calidad, pudiendo disfrutar de una maravillosa programación televisiva, de toda aquella música popular y moderna y de la fascinación que aún emanaba del cine, entendido éste como feliz lugar de peregrinación, de aprendizaje y de encuentro. Sí, porque existían cines en casi todos los pueblos, más otros cines de verano, que convocaban a todo tipo de gente, especialmente a los niños, en un ritual popular y festivo y no ya un acto privativo y lujoso, como ha acabado convirtiéndose.
Y dentro de todo aquel bullente e ilusionante escenario, tan estimulante, los niños de aquella época contábamos con una oferta propia, diseñada a medida, de televisión, cine y música, pensada y confeccionada específicamente para los más pequeños de la casa, los receptores más fieles y entusiastas. De un lado teníamos nuestras propias estrellas del pop, nuestros ídolos musicales, algunos adultos, como Los Payasos de la Tele (Gabi, Fofó, Miliki, Fofito y Milikito), el infatigable Torrebruno, Rosa León, Chantal Goya, el Padre Abraham y sus pitufos, Teresa Rabal, Monano y su banda o el cancionero de Sesame Street de Jim Henson y todas sus adaptaciones españolas, pero especialmente la proliferación de grupos o artistas infantiles, que daban voz a las sintonías de muchas de las series animadas televisivas de aquel momento, además de adaptar canciones tradicionales o éxitos del pop de todas las épocas. En este último grupo destacaban Enrique y Ana, Parchís, Grupo Nins, José Mª y Carmen López Pascual, Botones, Regaliz, Popitos, Canicas, Los Naranjitos, Zipi y Zape, Colorines, Arco Iris, Caramelos, Antonio y Carmen, Tito y Tita, Chispita y los pirañas (Tito y Piraña), Dulces, Acuarela o Los punkitos. Discos Belter, la casa discográfica barcelonesa, tuvo mucho que ver en el florecimiento de esta edad dorada de la música infantil. Además los niños copiábamos todas las canciones de las series y programas infantiles, anuncios televisivos y otras tonadillas que cantaban marionetas y personajes de programas de televisión, como el entrañable Horacio Pinchadiscos.
Porque, de otro lado, hablamos de una televisión pública muy básica, de un único canal, con apenas veinte años de vida en aquel 1976, escudado por una incipiente segunda cadena, la llamada UHF (más tarde TVE-2 y desde 1991, simplemente La 2) con apenas una década de emisiones tímidas e intermitentes a sus espaldas. Es decir, unos medios de emisión que hoy en día se antojarían rudimentarios y más que limitados, pero suficientes y perfectamente capaces de ofrecer una programación exclusiva para nosotros, los niños de la casa, que disfrutábamos con pasión y devoción de programas propios, producidos por TVE, cuya misión era “enseñar y entretener”, tales como (citaré los listados de aquí hasta finalizar el artículo por orden de fecha de estreno de emisión): El gran circo de TVE, Cuentopos, Un globo, dos globos, tres globos, Cantar y reír, La guagua, Ábrete Sésamo, El recreo, El monstruo de Sanchezstein (no, no se refiere a ningún presidente de gobierno, real o ficticio), La locomotora, La mansión de los Plaff, 003 y medio, Barrio Sésamo, Destino Plutón, El libro gordo de Petete, La cometa blanca, Sabadabadá, El loco mundo de los payasos, Pista libre, 3,2,1…contacto, Dabadabadá, Hola, chicos, El kiosco, Planeta imaginario, La bola de cristal, Los sabios, Mazapán,… y de series infantiles y juveniles, la mayor parte de ellas extranjeras, como: Pipi Calzaslargas, Orzowei, El show de los teleñecos, Los cinco, Las aventuras de Guillermo, Hobo, el pequeño vagabundo, Fantasmas bajo la noria, Verano azul, El valle secreto, Dentro del laberinto, Nuestro amigo el espantapájaros, Bajo la montaña, Los amigos del valle verde, Ana, Ciro y compañía o La superabuela, más otras series que, si bien no estaban pensadas específicamente para la infancia, sino para toda la familia, nos maravillaban por su potente contenido de humor, drama, aventuras o acción, tales como: Kung-Fu, Colombo, Cannon, Kojak, La casa de la pradera, Barnaby Jones, Sandokán, Curro Jiménez, Los hombres de Harrelson, Starsky y Hutch, Baretta, La frontera azul, Los ángeles de Charlie, Un hombre en casa, Vacaciones en el mar, Con ocho basta, Dick Turpin, El superagente 86, El nido de Robin, Investigación OVNI, Los Roper, Doctor en casa, Lou Grant, Grizzly Adams, El increíble Hulk, El show de Benny Hill, La fuga de Logan, Las desventuras del sheriff Lobo, La conquista del oeste, Esto se hunde, Fama, Galáctica, M.A.S.H., Un sexto sentido, El gran héroe americano, Los cuentos del mono de oro, El hidroavión de Bailey, El coche fantástico, El equipo A, El trueno azul, V, invasión extraterrestre, Los amigos del Valle Verde, Magnum, Autopista hacia el cielo, Mike Hammer, El halcón callejero, Canción triste de Hill Street, Corrupción en Miami, Las chicas de oro, Remington Steele, Se ha escrito un crimen, La hora de Bill Cosby o Luz de luna. Dejo fuera del listado, por motivos del intervalo cronológico establecido, otras inmediatamente posteriores que también recuerdo, como: MacGyver, Positrón, Spencer, detective privado, El espantapájaros y la señora King, La ley de los Ángeles, Alf, Ana de las Tejas Verdes, Juzgado de Guardia, Los problemas crecen, La caja mágica, Punky Brewster, El cuentacuentos, Profesor Popsnagle, Jacke y el gordo o Cheers.
Un recuerdo, también, aunque no nos marcaran tanto, para algunas series de un espectro más adulto, nacionales y extranjeras, que marcaron con fuerza su paso por las teles de casa y que, uno entreveía fugazmente sin enterarse de demasiado, tales como: Este señor de negro, La saga de los Rius, La señora García se confiesa, Los patrulleros, Hombre rico, hombre pobre, El camino, Cañas y barro, Yo, Claudio, La barraca, Poldark, Raíces, Holocausto, Dallas, El español y los siete pecados capitales, Fortunata y Jacinta, Entre dos qué bien se quieren, Taxi, Cervantes, Don Baldomero y su gente, La isla de la gaviota, Arriba y abajo, Juanita la Larga, La máscara negra, Los gozos y las sombras, Ramón y Cajal, Dinastía, Hart y Hart, Anillos de oro, La Celestina, Las pícaras, Flamingo Road, Ninette y un señor de Murcia, Proceso a Mariana Pineda, Teresa de Jesús, Azules y grises, Los hombres de Smiley, Hotel, Shogun, Goya, La huella del crimen, Los pazos de Ulloa, El pájaro espino, Falcon Crest, Verdi, Las aventuras de Pepe Carvalho, Media naranja, Tristeza de amor, Turno de oficio, La fuga de Colditz, Norte y sur, Los Colby o Los ricos también lloran. Posteriormente al 86 se emitieron algunas otras que también se quedaron en la memoria doméstica (Lorca, muerte de un poeta, Cagney y Lacey, Brigada Central, Delirios de amor, Miguel Servet, o Juncal).
Y después estaban los maravillosos programas familiares, de ocio, entretenimiento o incluso culturales, producidos por el ente público televisivo, como: Un, dos, tres, responda otra vez, Estudio estadio, Informe semanal, El hombre y la tierra (maestro Félix), Directísimo, Gente Joven, 625 líneas, La clave, Esta noche…fiesta, Hoy por hoy, Más allá (maestro Jiménez del Oso), Mundo en acción (maestro de la Quadra Salcedo), Paisaje con figuras, Sábado Cine, 300 millones, La bolsa de los refranes, Popgrama, Teatro Estudio, Aplauso, Cantares, El hotel de las mil y una estrellas, Fantástico, Vivir cada día, Antología de la zarzuela, Más vale prevenir, Animales, animales, animales, Ding, dong, Musical Express, Bla, bla, bla, Lápiz y papel, Mis terrores favoritos (maestro Ibáñez Serrador), Su turno, con H de humor, Buenas noches, La puerta del misterio, Por arte de magia, Caja de ritmos, El arca de Noé, La edad de oro, La tarde, Ni en vivo ni en directo, Tocata, Y sin embargo, te quiero, Esto es increíble, A la caza del tesoro, Ahí te quiero ver, Con las manos en la masa, Jazz entre amigos, Auanbabulubabalambambú, Como Pedro por su casa, En marcha, Entre amigos, Metrópolis, Si lo sé no vengo, A vista de pájaro, Documentos TV, Esta noche, Pedro, Tendido cero, Todo queda en casa, etc. Otros programas inmediatamente posteriores al 86 y también dignos de mención fueron: A media voz, El tiempo es oro, A tope, Por la mañana, ¡Qué noche la de aquel año!, Tariro, tariro, Magia potagia, A mi manera, Cerca de las estrellas, El perro verde, Rockopop, El precio justo, 3x4, La luna, Plastic, El primijuego, Waku Waku o La noche.
Pero, por encima de todo, los niños quedábamos extasiados bajo toneladas y toneladas de dibujos y series animadas, patrios y extranjeros, como: Heidi, Vickie el vikingo, Marco, de los Apeninos a los Andes, El perro de Flandes, La abeja Maya, Mazinger Z, El bosque de Tallac, La hormiga y el oso hormiguero, Barbapapá, Érase una vez el hombre, La pantera rosa, El inspector, Calimero, Tarzán, Don Quijote de la Mancha, Banner y Flappy, La batalla de los planetas, El señor Rossi, El osito Misha, Ruy, el pequeño Cid, Morfo, Las aventuras de Tom Swayer, Spiderman, Aubrey, Popeye, Flash Gordon, Mickey y Donald, Érase una vez el espacio, Sport Billy, Fútbol en acción, Los Mumins, Las nuevas aventuras de la Abeja Maya, D’Artacán y los tres mosqueperros, Ulises 31, Belfy y Lillibit, Las fábulas del bosque verde, El llanero solitario, Los pitufos, Doctor Snuggles, El show del Pájaro Loco, La vuelta al mundo de Willy Fog, La pequeña Lulú, El inspector Gadget, Candy, Candy, Lucky Luke, Heathcliff y Marmaduke, La pequeña Memole, Dragones y mazmorras, Garfield, David el Gnomo, Pumuky, Isidoro, Los Fragel, Los Monchichis, Sherlock Holmes, Alvin y las ardillas, Los osos amorosos, Los diminutos, Los pequeñecos, Alicia en el país de las maravillas, Los Snorkels, Los Wuzzles, La alegre pandilla, o Los Ewoks. Dejo fuera las series animadas o infantiles estrenadas en los años posteriores inmediatos al 1986, como: La aldea del Arce, Profesor Poppsnagle, Daniel el travieso, Mofli, el último koala, Érase una vez la vida, La llamada de los gnomos, Los Aurones, Ferdy o Los Trotamúsicos.
Otras series de dibujos que, sin tener horario definido en la parrilla televisiva, iban colándose como complementos de otros programas o rellenando huecos en la programación infantil, eran Looney Tunes y sus Fantasías animadas de ayer y hoy, de la factoría de Warner Bros., protagonizados por sus divertidos personajes: Bugs Bunny, el Pato Lucas, Porky y Petunia, La abuelita, Correcaminos y el Coyote, Elmer Gruñón, el Gallo Claudio, Piolín y Silvestre, Sam Bigotes, Speedy Gonzales, Marvin el marciano, Pepe la mofeta y Pussycat, el Demonio de Tasmania, etc, así como los estudios Terrytoons con sus personajes más famosos, Super Ratón y Las urracas parlanchinas, más todo el catálogo de Hanna-Barbera que fue emitiéndose en diversos espacios durante esos años: Ruff y Reddy, Los autos locos, Tom y Jerry, Hong Kong Phooey, Punkin Puss y Mushmouse, Caballo loco Mc. Graw, El oso Yogui, Don Gato, Conejo Ricochet y el coyote Droop-a-Long, Los Picapiedra, Pixie, Dixie y el gato Jinks, Lindo Pulgoso, Super Fisgón y Despistado, El pulpo Manotas, Canuto y Canito, Los Supersónicos, Scooby-Doo!, El León Melquíades, Los osos montañeses, Huckelberry Hound, Loopey de Loop, Maguila Gorila, El capitán Cavernícola, Dinamita, el perro maravilla, Pepe Pótamo y Soso, El inspector Ardilla, Dinky el perro, Gusto, Susto y Disgusto, Leoncio el león y Tristón, El lobo Hokey, Motorratón y Autogato, La hormiga atómica, El escuadrón diabólico, El lagarto Juancho o La tortuga D’Artagnan.
Y me he ceñido exclusivamente, en este repaso televisivo, a algunos programas y series emitidas por TVE durante el intervalo de diez años comprendido entre 1976 y 1986. Invito al lector a entretenerse en un ejercicio de investigación y conseguir listar series y programas destacados de la última década, no sólo de la televisión pública, sino de todos los canales en emisión, que crea que han sido relevantes y de calidad para un público infantil y juvenil y compararlos con los que he relacionado.
Como veis, si vamos provistos y armados de una pala, entusiasmo y tiempo, la isla alberga aún muchos tesoros por desenterrar. Quizás se nos había olvidado que estaban ahí, esperando ser rescatados y saboreados nuevamente, aunque quizás sea solo una llamada entre la niebla del mar del tiempo, que no espera ser respondida. ¿Quién sabe?
Sea como sea, el eco de las olas rompientes en las rocas me llama una y otra vez, así que...volveré a Taka-Tuka.
Excelente trabajo de investigación y memoria . Mientras yo estaba en la cocina ,oía las melodías de muchos de los programas que nombras
Vaya trabajo de recopilación más exhaustivo has hecho. Yo conozco solo una parte, me imagino que por la diferencia de edad. Pero lo que conocí y viví, es muchísimo mejor que lo de ahora. Fuimos afortunados. Gracias