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UN PUÑADO DE TESIS CLAVADAS EN LA PUERTA DE OCCIDENTE


The curse of empire: Destruction, de Thomas Cole (1836). New York Historical Society, Nueva York
The curse of empire: Destruction, de Thomas Cole (1836). New York Historical Society, Nueva York

Cuando una sociedad, potencia civilizatoria y ejemplo de desarrollo, sustituye la Ley Natural por un sistema judicial inescrutable y corrompido.


Cuando sabotea y destruye sus propios recursos naturales, sus infraestructuras, principales medios de producción y fuentes de riqueza.


Cuando recompensa a sus trabajadores por no producir, cuando inmoviliza al ciudadano sometiéndolo a una pobreza sostenida y subvencionada, cuando sepulta las iniciativas particulares bajo toneladas de impuestos y trabas. 


Cuando manipula artificialmente su atmósfera, el clima y los ciclos naturales que le han sido dados.


Cuando arrasa con el equilibrio natural y la gestión tradicional y cabal de su medio ambiente.


Cuando altera la calidad biológica y naturaleza genética del ser humano.


Cuando promociona la desnaturalización de la energía más poderosa de la creación, la sexual.


Cuando trocea a sus niños en el  interior de la matriz materna.


Cuando pervierte y arruina moral y físicamente a los más pequeños y acaba así con la inocencia de la infancia.


Cuando erradica todos los ritos de paso e iniciación y se ocupa de inactivar y mantener a sus jóvenes en un estado de permanente narcosis y abulia.


Cuando conduce y seduce a sus adultos hacia ese mismo estado.


Cuando arrincona y deshecha a sus mayores, abocándoles a una silenciosa y rápida desaparición.


Cuando sublima la fealdad, el esperpento, la estupidez y el mal gusto.


Cuando proscribe su propia historia, sus tradiciones, su sabiduría ancestral y su patrimonio.


Cuando sustituye razón y espiritualidad por la divinización del relativismo y el culto egoísta a la emoción, a la frivolidad, al hedonismo, al subjetivismo y al consumismo.


Cuando normaliza la censura y el control ciudadano y extingue la privacidad, la intimidad y el libre albedrío.


Cuando abriga y cultiva la corrupción sistémica desde donde generar gobiernos y estados distópicos.


Cuando esa sociedad, que se dice civilización y progreso, renuncia abiertamente a su vocación generadora y humanista para transformarse en una maquinaria depredadora que masacra al ciudadano y su entorno, ha perdido, a todas luces, esa categoría misma de civilización.


Y es esa sociedad, bien conocedora de los síntomas que preceden al colapso y la muerte, la que ahora se aboca voluntaria e irreversiblemente hacia el abismo, y lo hace abiertamente, clamando por su extinción, de manera desesperada, agónica y muy, muy estruendosa.

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