UN PUÑADO DE TESIS CLAVADAS EN LA PUERTA DE OCCIDENTE
- V. van Botel
- 22 ene
- 2 Min. de lectura

Cuando una sociedad, potencia civilizatoria y ejemplo de desarrollo, sustituye la Ley Natural por un sistema judicial inescrutable y corrompido.
Cuando sabotea y destruye sus propios recursos naturales, sus infraestructuras, principales medios de producción y fuentes de riqueza.
Cuando recompensa a sus trabajadores por no producir, cuando inmoviliza al ciudadano sometiéndolo a una pobreza sostenida y subvencionada, cuando sepulta las iniciativas particulares bajo toneladas de impuestos y trabas.
Cuando manipula artificialmente su atmósfera, el clima y los ciclos naturales que le han sido dados.
Cuando arrasa con el equilibrio natural y la gestión tradicional y cabal de su medio ambiente.
Cuando altera la calidad biológica y naturaleza genética del ser humano.
Cuando promociona la desnaturalización de la energía más poderosa de la creación, la sexual.
Cuando trocea a sus niños en el interior de la matriz materna.
Cuando pervierte y arruina moral y físicamente a los más pequeños y acaba así con la inocencia de la infancia.
Cuando erradica todos los ritos de paso e iniciación y se ocupa de inactivar y mantener a sus jóvenes en un estado de permanente narcosis y abulia.
Cuando conduce y seduce a sus adultos hacia ese mismo estado.
Cuando arrincona y deshecha a sus mayores, abocándoles a una silenciosa y rápida desaparición.
Cuando sublima la fealdad, el esperpento, la estupidez y el mal gusto.
Cuando proscribe su propia historia, sus tradiciones, su sabiduría ancestral y su patrimonio.
Cuando sustituye razón y espiritualidad por la divinización del relativismo y el culto egoísta a la emoción, a la frivolidad, al hedonismo, al subjetivismo y al consumismo.
Cuando normaliza la censura y el control ciudadano y extingue la privacidad, la intimidad y el libre albedrío.
Cuando abriga y cultiva la corrupción sistémica desde donde generar gobiernos y estados distópicos.
Cuando esa sociedad, que se dice civilización y progreso, renuncia abiertamente a su vocación generadora y humanista para transformarse en una maquinaria depredadora que masacra al ciudadano y su entorno, ha perdido, a todas luces, esa categoría misma de civilización.
Y es esa sociedad, bien conocedora de los síntomas que preceden al colapso y la muerte, la que ahora se aboca voluntaria e irreversiblemente hacia el abismo, y lo hace abiertamente, clamando por su extinción, de manera desesperada, agónica y muy, muy estruendosa.
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